
Vivimos en un planeta globalizado, interconectado, centralizado en internet, los satélites, las redes sociales y los teléfonos de última generación. Tenemos la sensación de que el mundo no tiene fronteras. Pero, ¿y si todo eso falla? En el reciente y devastador terremoto de Haití se ha comprobado, una vez más, que incluso en los países menos desarrollados, los radioaficionados son los únicos que se comunican con el resto del globo en situaciones de emergencia.